La vida es nada
Letra: Farasch López
Música: Mikie Rivera
A veces camino a tientas por mí mismo
tratando de entender aquel juego
de palabra que era casi un silencio.
Sabía que a la larga terminaría
solo, sin la magia macabra de tu cinismo.
Pobre de mis ojos que no soportaron
la epifanía de encontrarte.
Qué horros esta suerte de los mortales
que sabemos que entre nacer y morir
lo que hay es un dolor insoportable.
Y ahora en la orfandad de mi memoria,
busco a rabiar una treta
que me permita rehacer el libreto y la trama.
Siempre dije que la música me salvaba,
pero ahora frente a este piano
sólo leo una perversa broma en el pentagrama.
Después de que te marcharas
Descubrí que éramos iguales,
dos locos en un mismo grito de independencia.
Y es que tenemos el alma hecha
de la misma materia que las piedras.
No hay más que decir, hagamos silencio.
Con una imposibilidad basta para la inexistencia.
Tengo la vida y la risa archivadas
en un viejo rincón junto a cosas
bastardas de mi dolor.
Oculto recuerdos que invento
en un lugar rastrero dentro de mi cuerpo.
Mi pecho es una cueva que donde guardo de todo
menos el corazón.
Depués de que te marcharas…
Aquí acaba este juego
en el que amarte es el funeral de mi deseo.
Que no cambie el libreto,
acepto como un condenado a muerte
ser el personaje de mi drama.
Hoy me río con dos dientes
de la perversa broma en mi pentagrama:
Dice que la… que la vida es nada.
La noche me ha dejado como la anterior
ausente de de sueño, sin soles ni sombras.
Vengo de haber sido Napoleón,
recién llegado de Santa Helena.
Sé que una vez fui poeta, poeta maldito
fui un árbol, un libro de cuentos.
Y hoy se me ha antojado ser no sólo un pintor,
sino Salvador: el genio.
Ando con la urgencia de tela y pincel
de Gala desnuda mirando el espejo.
Ando con la urgencia de difuminar
el tiempo y el cuerpo con mi pensamiento.
El aire es un laberinto de alados caminos
y sólo mis manos podrían trazarlo.
Sólo con esta pupila libre y “dalirante”
podría mostrarte el mundo que habito.
Puedo ver desde aquí una silla de huesos,
una calavera naufragando en la nada,
una mujer hecha ventana
y la música muriendo en sus dedos.
Una mirada que se esconde en la arena,
un ciprés herido, el desierto,
las hormigas, un saltamontes
y el león de mis temores,
que es el temor de mis deseos.
Tengo miedo de saber lo que sé
que me cuelga la vida de un hilo
que mi vida es un trapecista,
que se derrumba todo:
el espacio, el recuerdo y mi autorretrato.
Puedo ver desde aquí una roca con huecos,
un hombre naciendo de un huevo,
un elefante en zancos, un pez que vomita un tigre
la modelo imposible con los pechos de árbol.
Cada parte de este cuerpo lleva un sombrero,
cada parte del tuyo guarda un secreto.
¿Qué tal si me escapo contigo amante gigante,
mujer visible, mujer violenta, mujer cielo, mujer abismo?
Puedo ver desde aquí al niño que fui,
al loco que no soy,
al padre que enfrenté, al Picasso que odié,
a la muerte, y la academia que burlé.
La noche me ha dejado como la anterior
y Tristán el loco, vestido de barco,
sentado espera en los labios de Mae West,
pasa largas horas leyéndose a Freud.