Páginas de sal
- Mikie Rivera (2015)
Llegó sin prisa alguna
Entró sin saludar.
Con un libro en su chaqueta
y una canción sin terminar.
Sus ojos y sus pasos
tocaban soledad.
Su sombra y también su alma
soñaban libertad.
Jamás pidió algún favor
no tuvo hijos con nadie.
Nunca fue buen conversador.
Solo hablaba con el aire.
Entre el café y la prensa,
entre páginas de sal,
entre el humo y la conciencia
se aferraba a su pensar:
Que el tiempo es una tregua
que el camino es un azar
que no vale la pena
seguir en la ciudad.
Tal vez fue la angustia
o la desilusión.
Pero un día puso un pie en el umbral
y nunca regresó.
Y caminó
y en su bolsillo el universo
iba girando como él, como él.
Y caminó
y de su verso iba brotando
un gran silencio como él, como él.
Dicen que amaba el viento,
dicen que amaba el sol,
la luz en movimiento,
los trenes y el color.
Amaba los teatros,
las calles sin final,
la coreografía de los autos,
la magia y la humedad.
La ruta al viejo parque,
que el tiempo ya enterró.
La memoria de las tardes
huyendo del reloj.
Y caminó
y en su bolsillo el universo
iba girando como él, como él.
Y caminó
y de su verso iba brotando
un gran silencio como él, como él.
Dicen que su ternura
se fue quedando atrás
cuando llegaron ellos
pisando oscuridad.
Políticos perversos
mordiendo la ciudad.
Reyes del desacierto
sembrando inequidad.
Un nudo en la garganta
al fin lo enmudeció.
Guardaba tanta rabia
y con ella se marchó.
Llegó sin prisa alguna.
Entró sin avisar.
Venía de la nada.
Iba a ningún lugar.